Cualquier argentino que alguna vez haya invitado a un bodegón a comer a amigos extranjeros se ha visto en la necesidad de explicar por qué el vino de la casa se sirve en jarras de pingüinos. Quizás vos mismo te lo hayas preguntado alguna vez y la respuesta pudo haber sido esa suerte de ambigüedad con que los porteños en vez de decir algo tan simple como “no lo sé”, solemos enmascarar la explicación en un incomprensible galimatías en donde se hace abuso de ‘cortar y pegar’, con mezcla de algo que hemos escuchado por ahí, con cuentos de un pariente mendocino y un rápido ‘googleado’ que nos permite zafar, aunque nadie termina en definitiva sabiendo el ¿por qué? Nos cuesta decir las cosas como son, hemos cambiado, “la verdad os hará libres”, por “la verdad me da vergüenza”.
Borges lo ha explicado con contundencia,“no hay peor agravio para un argentino que ser escarnecido en público y que se enteren los vecinos” es decir antes de reconocer mi ignorancia, invento una explicación. Algo parecido viene pasando con la endémica inflación en los últimos 70 años.
La jarra de pingüino, es por un lado, tan argentina como el asado y el tango, pero también tan argentina como el eucaliptus australiano que puebla nuestra llanura y tan argentino como los seis millones de inmigrantes que llegaron al país entre 1880 y 1920, que fueron los que aportaron además de su trabajo y sus sueños, la jarra de pingüino.
¿De dónde vienen entonces?
Vienen de Europa y llegan envueltos en algún atado de mantas y frazadas con que los inmigrantes trataban de paliar el frío de las agolpadas y sucias bodegas de tercera clase en las que llegaron al país. Llegan con inmigrantes italianos que las desenvolverán cuando se asienten en Mendoza y San Juan y serán junto a las damajuanas, los recipientes en los que se venderá el vino común de mesa (las damajuanas) y donde se servirá en las mesas de bodegones y almacenes (las jarras de pingüino).
La historia tanto para atrás como hacia adelante es más rica y compleja, pero como en una comida, acepten esta primera noticia como una entrada, como una incitación al estudio y la investigación.
El back stage (la cocina en donde se preparó la entrada), luego los principales y el postre tendrás que descubrirlos en el MUSEO VIRTUAL DE LA JARRA DE PINGÜINO (MVJP), que se complace en invitarte a que recorras sus salas, donde podrás aprender, te vas a divertir y podrás responder con idoneidad la clásica pregunta ¿por qué vino en pingüino?
Sobre la base de la colección que inicié en marzo de 2004, fui generando la idea de crear lo que hoy presentamos como el MVJP.
Convoqué y asocié a Joaquín Martínez, quien aportó ideas y digitalizó cada uno de los 250 ejemplares que forman la colección.
Me llamo Alejandro Frango, me encantó estudiar filosofía y recorrer el mundo, comer en restaurantes, beber vino, hacer amigos. En esos recorridos me encontré con las jarras y con Joaquín.
Te invitamos a que recorras una Punta Tombo de cerámica, émula de la Punta Tombo de la Patagonia donde habitan los pingüinos. Recordá que desde cualquier dispositivo a tú alcance cuando quieras y sin trasladarte, podés vos abrir el museo. Animate, entrá ya. Vos lo abrís, vos lo cerrás.
Bienvenidos.
One thought on “De pingüinos y jarras de pingüinos”
Excelente idea!! En mi casa habia uno marron cuando era chica, de mis abuelos.
Me encantó que se ocupe de este elemento tan tipico de nuestro país
Vi su nota en TN por eso ingresé a su museo.